Sólo hay un ser como tú. Eres muy valioso, una expresión irrepetible de la mente de Dios. Tal vez sea desconcertantemente simple decir que nunca habrá nadie como tú, pero así es. No existe otra persona que vea el mundo como tú, cuyos sentimientos conmuevan tu corazón como lo hacen los tuyos. No hay nadie, por parecido o conocido que sea, cuyos días y años sean idénticos a los tuyos, nadie puede alimentar tus sueños, que pueda sentir en lo más profundo revolotear tus esperanzas como mariposas en torno a tu corazón o quedar aplastadas por la mano de un extraño.
Aunque todos vivamos miles de vidas – y hay muchas personas en el mundo que así lo creen-, la persona que eres en cada una de ellas no es este yo, con este nacimiento, estos ojos, estas manos y este sufrimiento que elaborar, con estos padres, hermanos y hermanas, talentos, dones que ofrecer, este preciso número de días, horas y minutos, entre el instante en que se inscribe tu nombre en el registro de nacimientos hasta el día que lo gravan en tu lápida.
Tú eres el único que tiene la oportunidad excepcional de conocerte realmente y descubrir tu camino hermoso y exclusivo. Los demás pueden hacerte de espejo y mostrarte aspectos de ti mismo que pueden que hayan estado ocultos durante mucho tiempo, pero jamás te ofrecerán una imagen completa de ti, de ese ser que es tuyo para poseerlo, utilizarlo, manifestarlo y liberarlo cuando hayas agotado tu tiempo en este mundo.
Puedes amar a los demás, cuidarles, animarles, apoyarles, escucharles, reconfortarles, hacer chistes, discutir y llorar con ellos – eso espero -, pero de todos esos regalos de dicha, respeto y apoyo que ofreces a los otros también te los mereces tú. Necesitas el amor que solo tú puedes darte.
Autora del Libro: Daphne Rose Kingma
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